Los cofrades nos encontramos en plena Cuaresma, ansiosos de la llegada del Domingo de Ramos, ilusionados un año más con la llegada de la Semana Santa, esa semana que esperamos año tras año, para conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Durante estas semanas previas, los cofrades ultimamos los detalles de nuestras procesiones. Se intensifican los ensayos de anderos, cargadores y costaleros; las bandas y agrupaciones repasan una y otra vez las marchas que llevan meses preparando. Todo bulle en las hermandades y cofradías durante estas semanas. Se suceden conciertos, traslados, presentaciones, triduos, quinarios, novenarios, etc. Sin duda alguna es nuestra peculiar manera de prepararnos para una semana que pronto pasará y que nos llevará a esperar otro año para la llegada de un nuevo Domingo de Ramos.
La Semana Santa, a mi manera de ver, es la más visual y sonora expresión que tenemos de mostrar nuestra fe, nuestro credo, nuestras devociones, en definitiva, nuestro amor a Jesús y a su Madre. Salimos a las calles y plazas rindiendo culto y devoción a nuestras sagradas imágenes. Rezamos en silencio o cantamos a viva voz, mantenemos el anonimato tras un caperuz o vestimos de luto tras un paso de palio. Cada uno vive las procesiones y demás actos a su manera, con mayor a menor fervor, rezando por la curación del familiar enfermo, o simplemente pidiendo por estar al año que viene de nuevo allí. Lo importante es conmemorar la muerte de Jesús por todos nosotros y celebrar su Resurrección.
Las expresiones de religiosidad de nuestra fe son cada día más cuestionadas y atacadas, son muchas las burlas y ofensas que se hacen. No hace falta recordar las procesiones con connotaciones sexuales que intenta burlarse de la doctrina cristiana o el laicismo que imponen algunos políticos en las cabalgatas de los Reyes Magos por poner un ejemplo. Son muchos los jóvenes que hoy en día se ven criticados por ir a misa o muchos los cofrades que tienen que escuchar comentarios jocosos por cargar sobre sus espaldas el peso de la imagen de la que es devoto. Cada vez son más los símbolos cristianos con los que se quiere acabar, por no hablar del asalto de iglesias o capillas, o la eliminación de ayudas a una Iglesia necesitada para poder ejercer su labor social y caritativa.
Debemos en este tiempo de Cuaresma prepararnos en conciencia de cara a una Semana Santa en la que salgamos a la calle a expresar nuestra fe y nuestra devoción, sin miedos, con valentía y ejerciendo una tan necesitada labor de apostolado. Contagiemos nuestra fe y devoción a los jóvenes, pues ellos son el futuro. Como dijo el Santo Padre Juan Pablo II cuando visitó España por primera vez en 1982 «Vosotros [los jóvenes] sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad» y como dijo en su quinto viaje apostólico a España en 2003 «Queridos jóvenes, ¡id con confianza al encuentro de Jesús! y, como los nuevos santos, ¡no tengáis miedo de hablar de Él!».
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